Fallos en el diseño que limitaron la libertad de uso de algunos ordenadores de los 80

14 de agosto de 2009 por skotperez

En Tecnologizer publicaron hace un tiempo quince errores antológicos en el diseño de ordenadores. No creo que hayan pretendido hacer una clasificación con los más catastróficos de todos los tiempos, y aunque el criterio tampoco es muy claro, es interesante fijarse en que hay dos tipos de errores: fallos estructurales de diseño y decisiones que limitan los grados de libertad del usuario.

Texas Instruments TI-99/4A con sistema sidecar de extensiones.

Texas Instruments TI-99/4A con sistema sidecar de extensiones.

IBM Convertible de 1986, uno de los primeros portátiles, con el módulo de la impresora.

IBM Convertible de 1986, uno de los primeros portátiles, con el módulo de la impresora.

IBM PCjr de 1984 con ampliación de memoria.

IBM PCjr de 1984 con ampliación de memoria.

Sólo cinco de los quince fallos pertenecen al primer grupo. Son errores garrafales o sencillamente sistemas más o menos experimentales que fracasaron tras utilizar los primeros ordenadores personales como campo de pruebas. El rápido desarrollo del mercado del ordenador doméstico a principios de los ochenta propició que empresas no especializadas y sin experiencia en la producción de equipos informáticos probaran suerte, haciendo productos más bien mediocres. Mi preferido es el sistema sidecar de extensiones, que curiosamente se repite en tres casos: el Texas Instruments TI-99/4A de 1981, el IBM PCjr de 1984 y el IBM PC Convertible de 1986. Desde el punto de vista de la usabilidad, evitar marañas de cables y esas cosas, el diseño es impecable, aunque quizás se olvidaron de que alguien podría querer usar una impresora que ellos no fabricasen.

Parte trasera del IBM PCjr, ¿reconocéis alguna conexión? Lo único estándar es el interruptor de encendido.

Parte trasera del IBM PCjr, ¿reconocéis alguna conexión? Lo único estándar es el interruptor de encendido.

Los otros diez fallos de la lista son decisiones casi siempre intencionadas para limitar la libertad del usuario y propietario del equipo. Hay unas que podríamos llamar “molestas”, como que la fuente de alimentación del Coleco ADAM de 1983 estuviese en el módulo de impresión, con lo que éste y el módulo principal eran inseparables aunque no fueses a imprimir en tu vida. Apple e IBM tomaban decisiones bastante más intencionadas y generalemente saltándose los estándares, para “capturar” consumidores dependientes de sus productos. El Apple Lisa de 1983 traía de serie dos disqueteras de 5¼ preparadas exclusivamente para leer discos de un formato propietario e incompatible con el estándar. Las conexiones de entrada y salida del IBM PCjr no eran estándar con lo que el usuario tenía dos opciones: usar los periféricos de IBM, o comprar los adaptadores a conexiones estándar de IBM.

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¿Cuánto vale el diseño?

7 de abril de 2009 por paaq

El otro día estaba yo leyendo el catálogo de La tienda en casa, cuando descubrí maravillado algo que en mis años estudiando diseño industrial nadie me había contado. Algo así como el secreto primordial del oficio, el Misterio Arcano de la profesión: ¿cuánto vale el diseño en un producto? Y lo mejor es que he descubierto que vale más que un billete amarillo.

Sí, sí, ya sé que dicen que en un equipo Bang & Olufsen o una camiseta de Armani lo que se paga es el diseño. Pero es que nadie más fabrica camisetas de Armani o equipos B&O. Lo que pagas cuando te gastas 200 euros en una camiseta es en realidad la marca, que te identifica ante los demás, sencillamente, como alguien capaz de gastarse 200 euros en una camiseta. A Armani todo esto le viene muy bien, porque imagínate el estrés que supondría diseñar cada año docenas de camisetas todas tan chulas como para valer el precio que le ponen. Sin duda es mucho mejor que el elemento que aporta valor sea un pajarito bordado que además es siempre el mismo, y así los diseñadores se limitan a renovar las colecciones temporada a temporada con un mínimo de gusto. Las leyes sobre propiedad intelectual se encargan de que el único que venda camisetas de Armani sea Armani, y las copias deben alejarse lo suficiente como para ser distinguibles. Mira la camiseta que venden en esta web (arriba a la derecha, aquí más grande) y dime si no es cutre intentar cobrar 35 euros por un producto Armami.

Pero, como digo, hoy no me estoy refieriendo a las marcas, sino al diseño. A la facultad del fabricante de mejorar estéticamente el producto para prender la llama del deseo en nuestros corazones. Y, por supuesto, no hablamos de productos bonitos o feos (cada cual tiene sus gustos) sino de aquellos diseñados para parecer bonitos.

Al turrón: La tienda en casa tiene su catálogo online, así que he ido a la sección de ordenadores portátiles, y allí está lo que descubrí en el papel. He hecho una captura de pantalla:

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Destacaremos estos dos miniportátiles o netbooks: a un lado, el Compaq CQ701; al otro, el HP Mini 1099 Vivienne Tam. Veamos las características del Compaq (pincha para ampliar la imagen):

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O sea, diez pulgadas de pantalla, un giga de RAM, procesador Atom y 60 gigas de disco. Eso es lo que vería una persona como yo. El vendedor hace hincapié en el reducido peso, gran teclado, y movilidad de este pequeñín. Si googleamos un poco, descubriremos que este modelo es más conocido como Compaq Mini 700, y… bueno, a mí me parece bastante bonito. Cuesta 350 euros.

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El otro netbook tiene diez pulgadas de pantalla, un giga de RAM, procesador Atom y 60 gigas de disco. En cuanto a prestaciones, es exactamente el mismo ordenador. Pero el discurso del vendedor ha cambiado: de vender movilidad pasamos a vender moda. Si antes nos proponían “estar continuamente conectados” y “trabajar cómodamente en cualquier lugar”, ahora nos animan a “complementar el ordenador con nuestra indumentaria de primavera”. La carcasa, antes negra, es ahora rosa con una foto de una flor (concretamente, una peonía). Además, nos regalan una funda. En total, son 600 euros.

Dicho gruesamente, el diseño de un ordenador vale 250 euros. Hilando un poco más fino, a un ordenador barato se le pueden incorporar elementos de diseño hasta casi doblar su precio.

¡Un momento! podrá decir alguien. Vivienne Tam es una diseñadora con marca homónima, y el ordenador también lleva su nombre, así que lo que añade precio es la marca. Vale, pues me he repasado los foros de vogue.es, y la señorita Tam, aunque voluntariosa, no tiene precisamente el caché de Valentino; las vogueforeras sólo hablan de Tam porque una concursanta de Supermodelo desfiló para ella una vez. De hecho, en su página de wikipedia se destaca este ordenador sobre otros trabajos más relacionados con la ropa. Y aclaremos que el trabajo de Vivienne Tam respecto al HP Mini consistió en señalar con el dedo una de las muchas fotos de peonías que le enseñaban sus colaboradores.

Es aquí donde los frikis informáticos comenzamos a plantearnos muchas preguntas: ¿por qué los ordenadores para mujeres han de costar el doble? ¿Son ellas idiotas, o así las consideran los señores de El Corte Inglés, dueños de La tienda en casa? Quieto, vaquero.

Si un ordenador con una foto de una flor se vende por el doble que otro sin ella, es por algo. Los hombres tenemos nuestras propias maneras de tirar el dinero en aplicar nuestro propio concepto de belleza a objetos cotidianos. Me estoy refiriendo al tuning.

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Miles de jóvenes en España se gastan millones de euros al año en “ponerle la foto de una flor” a sus coches. Alerones, llantas, pegatinas, mujeres en bikini… esos accesorios son tan vitales para el funcionamiento de un automóvil como el color rosa del HP. Lo importante es que el apego que le tenemos a nuestros objetos se mantenga, pues es un factor contrario a la obsolescencia. Las prestaciones del aparato no son significativas a este nivel, estamos hablando de emociones. Y las emociones, lejos de no tener precio, rondan los doscientos euros.

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Silla Panda | 14 de febrero de 2009 por manu

Silla Panda

Nuestra obsoleta del fin de semana se llama Belén Hermosa. Parece que tiene muy claro el tema de los formatos obsoletos, porque inspirada por el asunto ha diseñado la silla Panda, compuesta por más de cuatro mil CDs.

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La plusvalía de los colorines

12 de diciembre de 2008 por paaq

Ayer acudimos a un debate en el Medialab del que sacamos algunas ideas. La conversación recorrió el espectro de Foucault a los emuladores a salto de mata, pero me quedo con el concepto de plusvalía en términos -casi no marxistas- de producto: el plusvalor, la diferencia entre el precio y el valor. Dado que casi todos los productos de consumo -moda, vivienda, copas- se nos presentan inflados de precio, la sociedad actual nos condena a gestionar este plusvalor. La utilidad real de los productos y servicios que adquirimos está perdida en un mar de apariencias, diseños, marcas y promesas de status que representan el noventa por ciento del precio, igual que la economía financiera era diez veces más grande que la economía real justo antes de la crisis. En el caso del arte, en el que el plusvalor de una obra es del 100%, veo un futuro complicado. Daniel García-Andújar parece tener claro que el futuro de su gremio pasa por educar a la sociedad en el arte, o sea y comercialmente hablando, ampliar el target.

Una manera de gestionar el plusvalor es elegir la ropa y complementos electrónicos que llevamos encima. Somos nuestro móvil, nuestros zapatos, nuestro reproductor mp3. El diseñador de Apple Jonathan Ive introdujo en los años 90 la posibilidad de comprar el mismo producto en cinco colores distintos para muchos de los cacharritos de la manzana. Bien, es una solución barata y moderna que otorga más poder de elección al consumidor sin que se vaya a comprar a otra marca. Somos el color de nuestro ipod.

Y si otorgamos más importancia al color del ipod que a su capacidad, su batería, su sistema de derechos, su ausencia de radio ¿quién está decidiendo todas esas características? Pues Apple, claro. Al fin y al cabo, son expertos. Saben lo que queremos y saben lo que pueden fabricar. El acuerdo tácito que se produce entre la empresa y el consumidor es: yo fabrico lo que quiero venderte, y tú me lo compras en el color que más te guste. El consumidor como gestor de un plusvalor. Dinero no habrá, pero pa tontás…

Retrocedamos un poco: Estados Unidos, años 20, era dorada del diseño. La economía financiera ha crecido con la paz mundial y las expectativas de futuro. Las empresas fabrican productos en masa diseñados por gente como Henry Dreyfuss, que aporta su firma y su diseño (el plusvalor). El consumidor tiene poder de elección, pues son varias las marcas de cada cosa que puede encontrar en una tienda. Para recoger este poder de elección, Walter Dorwin Teague, otro diseñador estrella de la época, rediseña la cámara “de bolsillo” Vest de Kodak, la rebautiza como Vanity, y se produce en cinco colores distintos:

Esta historia la ha sacado a la luz un investigador de Microsoft, Bill Buxton, en un artículo titulado Lo que Apple aprendió de Kodak. No hablamos de un plagio ni de una copia (la cámara Vanity es ampliamente conocida entre los diseñadores) sino de una estrategia consciente y bastante adecuada en los tiempos que corren. Me gustaría saber qué nos puede decir el señor Buxton sobre el diseño y el consumo durante los 30, a ver si podemos ponerlo en práctica los próximos tristes años.

Lo vi en el Gadget Lab de Wired

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Obsoleto de hoy: Kwangho Lee

1 de diciembre de 2008 por paaq

Los objetos ordinarios pueden convertirse en otras cosas. Eso lo tenemos clarísimo por estos lares, y también lo tiene Kwangho Lee, coreano, a caballo entre el arte y el diseño con su proyecto-lema precisamente llamado Ordinary objects can become something else.

Si bien el señor Lee encuadra la mayor parte de su trabajo bajo esa frase, sus lámparas hechas a base de tejer y anudar cables, proyecto llamado sencillamente Knot, nos han emocionado tras una semana amontonando cables, desenredando cables, guardando cables en los famosos talleres en Ciudad Real. Kwangho Lee se ha preocupado de usar bombillas que se calientan poco y cables resistentes al calor; lo que me preocupa de estas lámparas es que deben coger una cantidad de polvo…


En azul, foto de Park Gunju

A medio camino entre el macramé y un boceto furioso de Vázquez, desde un pequeño objeto tejido y colgante hasta una maraña que invade el espacio habitable vale la pena echarle un vistazo a toda la colección, me ha abierto los ojos a las posibilidades de los cables como material artístico, la verdad.

Me lo contaron las flores en el ático

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RePlayGround, al diseño por la basura

3 de noviembre de 2008 por paaq

Ya habíamos comentado que la preocupación por el medio, la autosuficiencia y el consumo responsable no son incompatibles con hacer negocios. Hoy traemos a la palestra a RePlayGround, un estudio neoyorkino impulsado por la diseñadora Tiffany Threadgould. Orientados siempre a la reutilización creativa (como nosotros), RePlayGround organizan talleres gratuitos (¡como nosotros!), y en su web tienen cabida tanto sus trabajos comerciales, como una tienda o las instrucciones para distintos hacks DIY. No se limitan a trabajar con basura electrónica, pero forma parte de sus materias primas. En general, los hacks de RePlayGround hacen uso de materiales seguros e inocuos. Ideales para niños. Por otra parte, tienen myspace y blog en blogspot. Yo siempre seré más de blogs.

Así pues, si quieres aportar algo de sentido medioambiental a la imagen corporativa de tu empresa, Tiffany diseñará objetos de regalo a partir de la basura que la propia empresa genere (me sigue recordando mucho a Basurama). Si necesitas unas instrucciones para un proyecto DIY bien maquetadas y cuidadas, Tiffany es la solución. O una web. O la decoración de una fiesta. Si no necesitas nada de eso, vives en Nueva York y te sobra algo o quieres echar una mano, pásate por su estudio en la calle Withers. Siempre es bueno volver a Brooklyn.

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Primeros pasos en el Open Design: VIA OpenBook

29 de mayo de 2008 por paaq

Si el otro día comentábamos la apuesta de algunas marcas de lujo por el “hazlo tú mismo”, hoy traemos un concepto aún más interesante: el VIA OpenBook. El gran fabricante taiwanés de circuitos ha decidido apuntarse a la moda de los ordenadores ultraportátiles baratos que comenzó con el Asus Eee y que han seguido otras marcas como HP o Everex.

VIA OpenBook

Sin embargo, la idea de VIA -empresa que ha tenido mucho que ver con la especificación de tecnologías como la PCI- va un paso más allá de ofrecer el mismo producto en varios colores o versiones de hardware: los planos e instrucciones para el ajuste de la carcasa están a disposición de cualquiera en su web bajo una licencia Creative Commons y en formato Pro/ENGINEER.

Via OpenBook

¿Qué quiere decir eso? Pues que cualquier empresa en cualquier parte puede fabricar carcasas para este ordenador. De hecho, con algo de maña podemos hacerlo nosotros mismos, analizar un poco la geometría y los puntos de contacto y currarnos una carcasa totalmente personal. Además, si la filosofía de los ultraportátiles es rondar los 300 euros/dólares, para una pequeña empresa sería posible vender ordenadores portátiles con un diseño radical y único a un precio todavía muy interesante.

Lo vi en Xataka

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