El otro día estaba yo leyendo el catálogo de La tienda en casa, cuando descubrí maravillado algo que en mis años estudiando diseño industrial nadie me había contado. Algo así como el secreto primordial del oficio, el Misterio Arcano de la profesión: ¿cuánto vale el diseño en un producto? Y lo mejor es que he descubierto que vale más que un billete amarillo.
Sí, sí, ya sé que dicen que en un equipo Bang & Olufsen o una camiseta de Armani lo que se paga es el diseño. Pero es que nadie más fabrica camisetas de Armani o equipos B&O. Lo que pagas cuando te gastas 200 euros en una camiseta es en realidad la marca, que te identifica ante los demás, sencillamente, como alguien capaz de gastarse 200 euros en una camiseta. A Armani todo esto le viene muy bien, porque imagínate el estrés que supondría diseñar cada año docenas de camisetas todas tan chulas como para valer el precio que le ponen. Sin duda es mucho mejor que el elemento que aporta valor sea un pajarito bordado que además es siempre el mismo, y así los diseñadores se limitan a renovar las colecciones temporada a temporada con un mínimo de gusto. Las leyes sobre propiedad intelectual se encargan de que el único que venda camisetas de Armani sea Armani, y las copias deben alejarse lo suficiente como para ser distinguibles. Mira la camiseta que venden en esta web (arriba a la derecha, aquí más grande) y dime si no es cutre intentar cobrar 35 euros por un producto Armami.
Pero, como digo, hoy no me estoy refieriendo a las marcas, sino al diseño. A la facultad del fabricante de mejorar estéticamente el producto para prender la llama del deseo en nuestros corazones. Y, por supuesto, no hablamos de productos bonitos o feos (cada cual tiene sus gustos) sino de aquellos diseñados para parecer bonitos.
Al turrón: La tienda en casa tiene su catálogo online, así que he ido a la sección de ordenadores portátiles, y allí está lo que descubrí en el papel. He hecho una captura de pantalla:

Destacaremos estos dos miniportátiles o netbooks: a un lado, el Compaq CQ701; al otro, el HP Mini 1099 Vivienne Tam. Veamos las características del Compaq (pincha para ampliar la imagen):

O sea, diez pulgadas de pantalla, un giga de RAM, procesador Atom y 60 gigas de disco. Eso es lo que vería una persona como yo. El vendedor hace hincapié en el reducido peso, gran teclado, y movilidad de este pequeñín. Si googleamos un poco, descubriremos que este modelo es más conocido como Compaq Mini 700, y… bueno, a mí me parece bastante bonito. Cuesta 350 euros.

El otro netbook tiene diez pulgadas de pantalla, un giga de RAM, procesador Atom y 60 gigas de disco. En cuanto a prestaciones, es exactamente el mismo ordenador. Pero el discurso del vendedor ha cambiado: de vender movilidad pasamos a vender moda. Si antes nos proponían “estar continuamente conectados” y “trabajar cómodamente en cualquier lugar”, ahora nos animan a “complementar el ordenador con nuestra indumentaria de primavera”. La carcasa, antes negra, es ahora rosa con una foto de una flor (concretamente, una peonía). Además, nos regalan una funda. En total, son 600 euros.
Dicho gruesamente, el diseño de un ordenador vale 250 euros. Hilando un poco más fino, a un ordenador barato se le pueden incorporar elementos de diseño hasta casi doblar su precio.
¡Un momento! podrá decir alguien. Vivienne Tam es una diseñadora con marca homónima, y el ordenador también lleva su nombre, así que lo que añade precio es la marca. Vale, pues me he repasado los foros de vogue.es, y la señorita Tam, aunque voluntariosa, no tiene precisamente el caché de Valentino; las vogueforeras sólo hablan de Tam porque una concursanta de Supermodelo desfiló para ella una vez. De hecho, en su página de wikipedia se destaca este ordenador sobre otros trabajos más relacionados con la ropa. Y aclaremos que el trabajo de Vivienne Tam respecto al HP Mini consistió en señalar con el dedo una de las muchas fotos de peonías que le enseñaban sus colaboradores.
Es aquí donde los frikis informáticos comenzamos a plantearnos muchas preguntas: ¿por qué los ordenadores para mujeres han de costar el doble? ¿Son ellas idiotas, o así las consideran los señores de El Corte Inglés, dueños de La tienda en casa? Quieto, vaquero.
Si un ordenador con una foto de una flor se vende por el doble que otro sin ella, es por algo. Los hombres tenemos nuestras propias maneras de tirar el dinero en aplicar nuestro propio concepto de belleza a objetos cotidianos. Me estoy refiriendo al tuning.

Miles de jóvenes en España se gastan millones de euros al año en “ponerle la foto de una flor” a sus coches. Alerones, llantas, pegatinas, mujeres en bikini… esos accesorios son tan vitales para el funcionamiento de un automóvil como el color rosa del HP. Lo importante es que el apego que le tenemos a nuestros objetos se mantenga, pues es un factor contrario a la obsolescencia. Las prestaciones del aparato no son significativas a este nivel, estamos hablando de emociones. Y las emociones, lejos de no tener precio, rondan los doscientos euros.